Reloj

jueves, 27 de octubre de 2011

Allblacks Rules


Las finales operan en los equipos severos ataques de dignidad, arrebatos de solemnidad que desdibujan las virtudes que les encumbran a tan altas citas. Nueva Zelanda fue un ejemplo. Los All Blacks, que habitualmente circulan por autopistas y engullen sin masticar, evidenciaron su falta de sutilidad. Sin Carter son un grupo de secundarios, obreros sin pianistas. Ni lomus, ni merthens. Weepu, que se prestó, es incapaz de acelerar bolas lentas, sumando una grosera ansiedad a la hora de patear.
Enfrente Francia aparcó su mezquindad para jugar a calzón quitado bajo una premisa: dos tercios de partido a no perder, uno a ganar. De ser otro el orden de los factores, probablemente habría alterado el producto final. En este Mundial Francia ha protagonizado partido (Inglaterra) y medio (Nueva Zelanda). Insuficiente. Cuando ayer se fue a por el choque, en la segunda parte, al seleccionador kiwi, Graham Henry, rebuscó en su maltrecho banquillo para estabilizar el combate. Nueva Zelanda, tras 24 años perdiendo jugando a ganar, decidió ganar a secas, sin jugar. Y estuvo a punto de no hacerlo...
El partido fue tumultuoso y accidentado. De salida, lucieron las manos francesas y los riñones neozelandeses. La picardía local en una touch fabricó un ensayo de laboratorio. Francia quedó tocada, más por la lesión de Parra, quien tras placar a Nonu fue limpiado por el mariscal McCaw con un rodillazo en la cabeza. Mientras Trihn Duc, más un tercer centro que un 10, reseteaba el plan de ataque galo, Weepu erraba tres patadas. El partido se resolvía a mandobles: bien las terceras líneas tras el teatralizado inicio con la haka y la respuesta francesa; mal el juego de ataque, la permisividad arbitral (sin trascendencia en el marcador) y los pateadores. 
La segunda parte se jugó a las puertas del infierno. Nueva Zelanda se tambaleaba ante el inminente Maracanazo. Un golpe del cuarto apertura kiwi, Donald, héroe por accidente, puso el 8-0 antes de que Dusatoir posara un ensayo. Lievremont tardó en soltar la correa a sus bulldogs y cuando lo hizo el rival ya se había sobrepuesto al golpe. Nueva Zelanda arrastraba, cual Sísifo, la pesada piedra de la historia ladera arriba al tiempo que Francia acariciaba su primera corona. Pero estos All Blacks obreros tiraron de riñones y Francia murió en la orilla probando su propia medicina. La historia hizo justicia con una Nueva Zelanda que merecía un segundo título por Lomu, por la encerrona del 95, por lo de Cardiff... Aunque indudablemente, no por lo de ayer.

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